domingo, 16 de febrero de 2014

XLII (42) Campeonato de España de caza menor con perro




Era el Turno de Jennifer. No eran  ni las 12 y ya   el sol implacable de  la calurosa mañana  veraniega, hacia sudar a los participantes, a los jueces, a los perros, a los curiosos y a las perdices.
-Mi nombre es Jennifer de La Peña Eluchans. Tengo 16 años.  Voy a  usar, una escopeta Breda Altair. Con  cartuchos  del Nueve y el  segundo del siete. El perro, es un setter inglés, de 3 años.-
Mientras el más viejo de los jueces apuntaba los datos, los otros dos miraban a la joven participante con cierta suspicacia.
El viejo sacó el cronometro.
- Cuando  esté preparada- Dijo mirándola  a los ojos
Ella asintió con la cabeza y la prueba dio comienzo.
Se giró y  llevándose  el silbato a los labios  lo sopló  dos veces.
. El perro, marron ,peludo y eficiente, echó a correr como un rayo tras un  posible rastro por el camino que ascendía suavemente por aquellos   montes bajos  . Ella, muy segura,  lo siguió con calma . 
Desde ese instante olvidó la mala mañana que estaba pasando. Olvidó el calor.Olvidó como se le pegaba la ropa húmeda a su   piel.  Se olvidó de los curiosos.  Olvidó  al idiota de su padre que se oponía a su pasión  por la caza. Se olvidó de las amenazas de su madre por como habían caído sus notas,con  tres o más  suspensos en  ese  curso. Se olvidó de las miradas de deseo y de desprecio de los otros cazadores y se concentró en matar.
Jennifer no tenía que demostrárselo a nadie, ella sabía que era buena. Y el haber ganado 5 concursos antes de este solo servía para confirmarlo. Este también lo iba a ganar. El último pasó para llegar al campeonato  Europeo . Todo estaba muy claro en su mente, pero más que nunca  cuando empuñaba su arma.   Había nacido para eso, igual que algunos habían nacido para tocar el violín o para conducir autobuses. Lo suyo era disparar. Así se lo había dicho a su padre  y lo había medio convencido.
           Desde siempre  le había  gustado. Desde pequeña.  A dianas, botellas, platos volantes,  animales. Sus acaudalados  padres la miraban preocupados  cuando para reyes pedía una escopeta de perdigones en lugar de  la esperada muñeca o  una videoconsola, como los otros niños. Ellos no podían entenderlo. Nunca  les había  interesado la caza. A nadie de su familia. Casi no lo entendía ella misma. Lo que si entendía era el peso y la frialdad del arma. Era el ruido seco del disparo. El golpe en el hombro. EL olor a pólvora. El rojo oscuro de la sangre brotando  de  la carne abierta .Eso lo entendía perfectamente.      
El  obediente  setter, después de vagar olisqueando  por el polvoriento camino en busca de un rastro,  se quedó repentinamente rígido un par de segundos y  se encaminó decidido hacia unos jarales.
Ella fue tras el perro, en tensión,  sabiendo que ya había dado con algo. Confiaba en ese animal ciegamente. El era otro cazador como ella. Además  le había costado a su padre casi 2000 euros. Era un perro de pura raza. Su perro.
De pronto a pocos metros de ella, de entre los arbustos  asustada por el setter,   salió volando una perdiz. Se colocó  la escopeta al hombro  sin pensar y apuntó velozmente. Por su vuelo, lento, pesado  y un poco torpe  supo  que era un ejemplar viejo o enfermo. Iba a ser  sencillo  darle y  disparó con la seguridad  que le daba haberlo  hecho cientos  de veces antes. La Perdiz seguía  volando. La palabra mierda fue lo primero que  apareció en su  cabeza. La segunda fue,  imposible. Ella no podía  haber fallado, Estaba casi segura de haberle dado , eso  no entraba en sus predicciones .Por un segundo pensó que era un perdiz de goma y que todo era una  broma  urdida por los que la rodeaban , pero enseguida  volvió recuperar  la calma y la frialdad volvió a su cabeza  .Tendría  que decir adiós al primer premio pero el segundo premio aunque no le satisfacía en absoluto le valdría para entrar en las mundiales  . La perdiz de mierda tenía la culpa. Ese asqueroso bicho con alas .Con   el  segundo  cartucho  no pensaba fallar.  Iba a destrozarla.  Apretó el gatillo  de nuevo. La palabra Joder, pasó del plano mental al real, cuando salió gritada, con una rabia apabullante de su preciosa boca. No pudo reprimir dar un pisotón de impotencia contra el arcilloso suelo, levantando una leve polvareda.   La perdiz no explotó en el aire como ella había esperado  fervientemente y en  apariencia   indemne, siguió su vuelo cansino y desapareció tras unos matojos. Sabía que le había dado  las dos veces así que por lo menos  su perro se la traería y ella le retorcería  el pescuezo con gusto, de hecho el animal ya corría presuroso hacia el lugar del aterrizaje.
Ni si quiera el segundo puesto. En pocos segundos todo se había estropeado. Comenzó a sudar y notó el rubor de la vergüenza en las mejillas. Jennifer se volvió para encontrase  con la mirada severa de los tres Jueces .Parecían reprocharle  que los hubiera hecho perder el tiempo. Una chiquilla  caprichosa en un deporte para hombres  adultos.
Intentó mantener la cabeza fría .Fria como decían sus compañeros de clase y sus  profesores que era ella  .Pero algunos de los otros cazadores sonreían de forma condescendiente mientras la miraban. Entre los curiosos, relajados, las risas y los comentarios  procaces  proliferaban. No vio a su padre. Pero le dada igual. Cargó, bajo el impasible sol,  con desgana  de nuevo la escopeta. Que  asqueroso era aquel calor. Por lo menos había disparado rapidísimo. Estaba dentro del tiempo y su perro era tan  veloz  como un guepardo .EL segundo tal vez no pero  el tercer puesto era suyo. Que ganas tenia de retorcerle el pescuezo al pájaro  .Ojala se lo trajera vivo.
El perro ya  volvía. Jennifer se giró y vio que  el carísimo y bien adiestrado Setter inglés, entre los dientes no traía nada.
.Jennifer no podía hablar, pero le temblaba el labio superior. EL perro se acercó  hasta sus pies con la cabeza gacha, humillado , como disculpándose por   haber fallado a su ama.
Ella,bajo el sol ardiente , muy despacio  y con gesto rutinario se llevó el arma al hombro, apuntó y aunque oyó gritar claramente a unos de los jueces  un no, le dio igual y  disparó. El sonido hizo callar a todos los asistentes. El perro obediente y  sin media cabeza se aplastó contra el suelo por la potencia del disparo a bocajarro. Toda la tierra se manchó con sangre salpicada que brotaba del animal muerto  instantáneamente. EL silencio fue total.
Jennifer bajó el arma y miró con gesto resignado  a los tres jueces.
Me gusta la caza. Dijo con voz atonal. 
Las patas traseras del  perro temblaron unos segundos hasta que se quedaron inertes.
El Hombre más mayor, visiblemente conmocionado, dio un paso hacia ella.
-¿Porque has hecho eso? Era un perro magnífico .Te vamos a denunciar.-

 Jennifer mientras el hombre  hablaba, se colocó  el arma de nuevo al hombro  en posición y  le  disparó certeramente en el pecho. Mientras el juez  caía  muerto de espaldas,expeliendo de su  herida un bonito chorro de sangre , la gente ya  escapaba   aterrorizada en todas direcciones buscando refugio  igual que el resto de los participantes.   Jennifer  sonrió mientras apuntaba  a la espalda de uno de los dos jueces supervivientes que corrían como conejos, como perdices, como jabalíes,   pensando   en cuantos  cartuchos  le quedaban y si iba a ser más rápida que los otros cazadores en recargar y disparar de nuevo.