Era el Turno de Jennifer. No eran ni las 12 y ya el sol
implacable de la calurosa mañana veraniega, hacia sudar a los participantes, a
los jueces, a los perros, a los curiosos y a las perdices.
-Mi nombre es Jennifer de La Peña Eluchans. Tengo 16 años. Voy a
usar, una escopeta Breda Altair. Con
cartuchos del Nueve y el segundo del siete. El perro, es un setter
inglés, de 3 años.-
Mientras el más viejo de los jueces apuntaba los datos, los
otros dos miraban a la joven participante con cierta suspicacia.
El viejo sacó el cronometro.
- Cuando esté
preparada- Dijo mirándola a los ojos
Ella asintió con la cabeza y la prueba dio comienzo.
Se giró y llevándose el silbato a los labios lo sopló dos veces.
. El perro, marron ,peludo y eficiente, echó a correr como un rayo
tras un posible rastro por el camino que ascendía suavemente por aquellos montes bajos . Ella, muy segura, lo siguió con calma .
Desde ese instante olvidó la mala mañana que estaba pasando.
Olvidó el calor.Olvidó como se le pegaba la ropa húmeda a su piel. Se olvidó de los curiosos.
Olvidó al idiota de su padre que
se oponía a su pasión por la caza. Se
olvidó de las amenazas de su madre por como habían caído sus notas,con tres o más suspensos en ese curso. Se olvidó de las miradas de deseo y de
desprecio de los otros cazadores y se concentró en matar.
Jennifer no tenía que demostrárselo a nadie, ella sabía que
era buena. Y el haber ganado 5 concursos antes de este solo servía para
confirmarlo. Este también lo iba a ganar. El último pasó para llegar al
campeonato Europeo . Todo estaba muy
claro en su mente, pero más que nunca cuando empuñaba su arma. Había nacido para eso, igual que algunos
habían nacido para tocar el violín o para conducir autobuses. Lo suyo era
disparar. Así se lo había dicho a su padre y lo había medio convencido.
Desde siempre le había
gustado. Desde pequeña. A dianas,
botellas, platos volantes, animales. Sus
acaudalados padres la miraban preocupados cuando para reyes pedía una escopeta de
perdigones en lugar de la esperada
muñeca o una videoconsola, como los
otros niños. Ellos no podían entenderlo. Nunca
les había interesado la caza. A
nadie de su familia. Casi no lo entendía ella misma. Lo que si entendía era el
peso y la frialdad del arma. Era el ruido seco del disparo. El golpe en el
hombro. EL olor a pólvora. El rojo oscuro de la sangre brotando de la
carne abierta .Eso lo entendía perfectamente.
El obediente setter, después de vagar olisqueando por el
polvoriento camino en busca de un rastro,
se quedó repentinamente rígido un par de segundos y se encaminó decidido hacia
unos jarales.
Ella fue tras el perro, en tensión, sabiendo que ya había dado con algo. Confiaba
en ese animal ciegamente. El era otro cazador como ella. Además le había costado a su padre casi 2000 euros.
Era un perro de pura raza. Su perro.
De pronto a pocos metros de ella, de entre los arbustos asustada por el setter, salió
volando una perdiz. Se colocó la
escopeta al hombro sin pensar y apuntó
velozmente. Por su vuelo, lento, pesado y un poco torpe supo que era un ejemplar viejo o enfermo. Iba a ser
sencillo darle y disparó con la seguridad que le daba haberlo hecho cientos de veces antes. La Perdiz seguía volando. La palabra mierda fue lo primero
que apareció en su cabeza. La segunda fue, imposible. Ella no podía haber fallado, Estaba casi segura de haberle
dado , eso no entraba en sus predicciones
.Por un segundo pensó que era un perdiz de goma y que todo era una broma urdida
por los que la rodeaban , pero enseguida
volvió recuperar la calma y la
frialdad volvió a su cabeza .Tendría que decir adiós al primer premio pero el
segundo premio aunque no le satisfacía en absoluto le valdría para entrar en las mundiales . La perdiz de mierda tenía
la culpa. Ese asqueroso bicho con alas .Con
el segundo cartucho
no pensaba fallar. Iba a destrozarla.
Apretó el gatillo de nuevo. La palabra Joder, pasó del plano
mental al real, cuando salió gritada, con una rabia apabullante de su preciosa boca.
No pudo reprimir dar un pisotón de impotencia contra el arcilloso suelo, levantando
una leve polvareda. La perdiz no explotó
en el aire como ella había esperado fervientemente y en apariencia indemne, siguió su vuelo cansino y desapareció
tras unos matojos. Sabía que le había dado las dos veces así que por lo menos su perro se la traería y ella le retorcería el pescuezo con gusto, de hecho el animal ya corría
presuroso hacia el lugar del aterrizaje.
Ni si quiera el segundo puesto. En pocos segundos todo se
había estropeado. Comenzó a sudar y notó el rubor de la vergüenza en las
mejillas. Jennifer se volvió para encontrase con la mirada severa de los tres Jueces
.Parecían reprocharle que los hubiera hecho
perder el tiempo. Una chiquilla caprichosa en un deporte para hombres adultos.
Intentó mantener la cabeza fría .Fria como decían sus compañeros de
clase y sus profesores que era ella .Pero algunos de los otros cazadores
sonreían de forma condescendiente mientras la miraban. Entre los curiosos,
relajados, las risas y los comentarios
procaces proliferaban. No vio a
su padre. Pero le dada igual. Cargó, bajo el impasible sol, con desgana de nuevo la escopeta. Que asqueroso era aquel calor. Por lo menos había
disparado rapidísimo. Estaba dentro del tiempo y su perro era tan veloz
como un guepardo .EL segundo tal vez no pero el tercer puesto era suyo. Que ganas tenia de
retorcerle el pescuezo al pájaro .Ojala
se lo trajera vivo.
El perro ya volvía.
Jennifer se giró y vio que el carísimo y
bien adiestrado Setter inglés, entre los dientes no traía nada.
.Jennifer no podía hablar, pero le temblaba el labio superior.
EL perro se acercó hasta sus pies con la cabeza gacha, humillado , como disculpándose por haber fallado a su ama.
Ella,bajo el sol ardiente , muy despacio y con gesto rutinario se llevó el arma al hombro, apuntó y aunque oyó gritar claramente a unos de los jueces un no, le dio igual y disparó. El sonido hizo callar a todos los asistentes. El perro obediente y sin media cabeza se aplastó contra el suelo por la potencia del disparo a bocajarro. Toda la tierra se manchó con sangre salpicada que brotaba del animal muerto instantáneamente. EL silencio fue total.
Ella,bajo el sol ardiente , muy despacio y con gesto rutinario se llevó el arma al hombro, apuntó y aunque oyó gritar claramente a unos de los jueces un no, le dio igual y disparó. El sonido hizo callar a todos los asistentes. El perro obediente y sin media cabeza se aplastó contra el suelo por la potencia del disparo a bocajarro. Toda la tierra se manchó con sangre salpicada que brotaba del animal muerto instantáneamente. EL silencio fue total.
Jennifer bajó el arma y miró con gesto resignado a los tres jueces.
Me gusta la caza. Dijo con voz atonal.
Las patas traseras del
perro temblaron unos segundos hasta que se quedaron inertes.
El Hombre más mayor, visiblemente conmocionado, dio un paso
hacia ella.
-¿Porque has hecho eso? Era un perro magnífico .Te vamos a denunciar.-
Jennifer mientras el
hombre hablaba, se colocó el arma de nuevo al hombro en posición y le disparó certeramente en el pecho. Mientras el juez caía muerto de espaldas,expeliendo de su herida un bonito chorro de sangre , la
gente ya escapaba aterrorizada en todas direcciones buscando refugio igual que el resto de los participantes. Jennifer sonrió mientras apuntaba a la espalda de uno de los dos jueces
supervivientes que corrían como conejos, como perdices, como jabalíes, pensando en cuantos cartuchos le quedaban y si iba a
ser más rápida que los otros cazadores en recargar y disparar de nuevo.